viernes, 18 de julio de 2008

Una reflexion para todos

La verdad brilla por sí misma
La historia de Confucio y los cazadores


Ganar en una discusión es todo para mucha gente. Las personas realmente sabias que conocen la verdad son capaces de no discutir ni competir con otros e incluso soportar insultos sin ira o angustia. Esto hace que su personalidad sea noble, de mente pacífica, y seguramente pueden mantener un ambiente tranquilo.
Cuando Confucio viajaba entre los distintos reinos para difundir sus enseñanzas, un día vio a dos cazadores discutiendo acaloradamente. Les preguntó qué sucedía, y descubrió que estaban discutiendo sobre un simple problema de aritmética.

El cazador más bajo decía que tres veces ocho era igual a veinticuatro, pero el cazador más alto decía que era veintitrés. Ambas partes insistían en que tenían razón y casi se iban a los golpes. Finalmente decidieron que un hombre sabio fuera el juez y que el ganador obtenga toda la caza del perdedor. Los dos cazadores de inmediato pidieron a Confucio ser el juez.

Confucio le dijo al cazador más bajo que entregue toda su caza al cazador más alto porque era el perdedor. El cazador alto tomó su recompensa y se fue con felicidad. Por supuesto, el otro cazador no estaba satisfecho sobre el resultado e increpó con enojo a Confucio, “Tres veces ocho es veinticuatro. Incluso un niño pequeño lo sabe. ¿Usted es un sabio y cree que es veintitrés? ¡Usted es un farsante!”. Confucio entre risas contestó: “Tienes razón en que tres veces ocho es igual a veinticuatro, esa es la verdad y ni siquiera los niños pequeños pelearían por esto. Si conoces la verdad y la mantienes, ya es suficientemente bueno. ¿Por qué discutes con alguien tan tonto sobre algo tan simple? Déjalo ir, puede que él haya ganado algo hoy, pero será tonto para siempre. Tú has perdido tu caza, pero has aprendido una buena lección”.

Cuando el cazador más bajo escuchó esto, no hizo más que asentir con su cabeza en silencio una y otra vez. Vemos que no hay necesidad de discutir sobre la verdad, ya que, frente a la verdad, las mentiras siempre se desintegran. Por esa razón, no es necesario discutir cuando se nos ha mal interpretado o culpado. Es mejor dar marcha atrás un poco y mantenerse calmo y en paz.

Porque la verdad es como el oro que está enterrado en la suciedad, brillará espléndidamente tarde o temprano.

No hay comentarios: